EL EJERCICIO DEL DERECHO EN LA ERA DIGITAL.

 


Por ANDERSON F. CAMACHO SOLANO 
Abogado especialista en Derecho Comercial y Financiero
Magíster en Derecho, Empresa y Justicia de la Universidad de Valencia España.

  
“Innovar o morir” recuerdo ese título en un libro leído años atrás del periodista argentino Andrés Oppenheimer, quien propone unas claves para impulsar la innovación, reorientar la educación hacia ese fin, modificar leyes que la cohíben y estimular la inversión en innovación para globalizarla. Una frase que recuerdo mucho es “las personas igual que las empresas deben reinventarse” [1].  
 
Ahora, estamos en medio de una pandemia que nos enclaustró para ver pasar los días por la ventana o justamente reinventarnos en muchos aspectos de nuestras vidas y saber adaptarnos a una nueva realidad y aprovechar la era de la digitalización para estar interconectados.
 
Innovar lo define el Diccionario de la Real Academia de la Lengua como “mudar o alterar algo, introduciendo novedades”. [2] En otras palabras, significa buscar algo diferente y que se adapte a las nuevas necesidades. La innovación, para mí, implica un cambio positivo, algo que mejora y permite buscar una solución pronta a alguna necesidad. Lo anterior, considero, aplica para cualquier cosa u oficio en la vida. Así como puedo innovar la forma como preparó mi café en las mañanas, cambiando mi viejo filtro de tela por una moderna máquina de café espresso, también puedo innovar en mi oficio como agricultor utilizando un moderno sistema de riego que me permita aprovechar de mejor forma y en mayor extensión el líquido vital.
 
Desde luego los abogados también debemos innovar y no se trata simplemente de cambiar aquella vieja máquina de escribir que heredamos de nuestros padres por un procesador de texto moderno, se trata de estar a la vanguardia de las nuevas tecnologías y la nueva realidad para prestar un servicio profesional acorde con esa realidad. Volviendo a los ejemplos, si el mecánico de automóviles no se moderniza, ya no podrá reparar o reprogramar el computador de los nuevos autos, con las mismas herramientas con las que reparaba un auto veinte años más antiguo.   
 
La digitalización es una realidad y la pandemia la ha acelerado aún más. Es común que las personas piensen que la tecnología y la inteligencia artificial va a evolucionar de tal manera que va a reemplazar a las personas. Si bien desde que se dio la primera revolución industrial en la Europa del siglo XVIII y las máquinas de vapor comenzaron a reemplazar la mano de obra, al igual que algunas máquinas y computadoras lo hacen hoy en día, no hay que tenerle miedo a la tecnología porque se trata es poner esa tecnología al servicio de las personas para poderle dar continuidad a un negocio y de ahí la importancia de crear empresa o prepararse profesionalmente a fin de no quedarse en un rango meramente operativo, pues son estos los que la tecnología suele reemplazar más rápido.
 
En el Foro de transformación digital denominado “Construye el futuro” [3], llevado a cabo en la ciudad de Madrid, España en el 2020, el expositor Marc Vidal, experto en transformación digital, señaló que la quinta revolución industrial se podría esperar para el año 2035 y con ella, la robótica e inteligencia artificial que automatizarán muchas labores. Justamente los miedos nacen de ese futuro cercano, pero según Vidal, por el contrario, se necesitará fuerza laboral que sepa utilizar esa tecnología de forma eficiente y correcta, se necesitarán líderes que formen grupos de trabajo capaces de manejar y utilizar esa tecnología futura que mejorará los procesos de producción y prestación de servicios en nuestra vida.  
 
A propósito de ese Foro mundial, señaló Jaime Pelaez, gerente general de InterNexa, en la Revista Estilo Gerencial [4], que dicha coyuntura permitirá que las personas sean más conscientes para volverse creativas y dejar de lado labores repetitivas y sin valor, lo que es una oportunidad para que las personas estudien artes, filosofía o ciencias sociales. Por mi parte, coincido plenamente con lo anterior, pues considero que, si una persona piensa dedicarse en el año 2035 a fabricar muebles, lamento decirlo y recordando el libro del argentino, para esa época todo lo que usamos en el hogar, simplemente será hecho en una impresora 3D. Por el contrario, si la persona se enfoca en el diseño o programación, seguramente podrá hacer un aporte para mejorar esas tecnologías que se avecina. Similar ocurre con quien se está enfocando en estudiar carreras como la ingeniería de petróleos cuando sabes que los hidrocarburos y las energías no renovables van de dejar de usarse en un futuro para darle a otro tipo de combustible como la energía o el nitrógeno. 
 
En el caso los abogados, no podemos confiarnos en que ninguna máquina o robot podrá reemplazar al abogado en sus conocimientos, retórica, argumentación, etc… porque lamento decirles a quienes se niegan a innovar  y mantenerse al margen de la tecnología, que el primer abogado robot ya existe y se llama Ross. Fue creado por IBM hace unos años y se ha venido perfeccionando al punto que varios bufetes grandes han “adquirido” uno para soporte legal. [5] Señalo la palabra adquirido porque discrepo de quienes manifiestan que el robo ha sido contrato. No, el robot es un bien mueble y sobre él se ejercen derechos reales o de disposición y jamás será titular de derechos personalísimos pues no es posible que un androide pueda tener atributos de la personalidad como es la capacidad y estado civil. No quiero decir con lo anterior que en el futuro cercano vayamos a ser reemplazados por máquinas, pues podrán tener una capacidad de memoria muy amplia, velocidad de procesar datos o saber varias lenguas, pero jamás la mística y pasión del verdadero jurista que lucha que por una causa ajena buscando el respeto por la justicia. Un robot jamás entenderá lo que es para un preso su libertad, lo que para un niño su educación, lo que para un trabajador su seguridad social, pues eso solamente lo puede hacer un ser humano formado de manera ética y profesional.
 
Lo que es hoy una realidad, es la posibilidad para aprovechar la tecnología y ahorrar recursos mediante el uso de las mismas, por ejemplo mediante el desarrollo de las audiencias virtuales y la digitalización de las piezas procesales. Lo anterior es hoy una obligación como medida adoptada para contrarrestar los efectos de la pandemia y evitar la concurrencia a lugares públicos como las cortes, juzgados y sedes administrativas. No obstante, durante el ejercicio virtual del derecho y la asistencia a audiencias virtuales durante ya casi un año, he podido detectar que no siempre la virtualidad facilita las cosas sino por el contrario las complica, pues la inmediación que debe imperar como mandato legal dentro del proceso judicial se ve perturbada por fallas en la conexión y las garantías procesales se pierden cuando el juez penal no tiene en frente al imputado y desconoce su condición humana previamente a emitir una sentencia condenatoria.
 
Es un cambio radical el que estamos viviendo en la actividad humana. Los riesgos que implica la revolución digital debe obligar a la administración pública para adoptar  medidas ante la eventual vulneración de derechos humanos y el manejo de la información confidencial mediante la implementación de estrategias público jurídicas para garantizar y mantener el estado de derecho que jamás podrá afectarse por el avance de la tecnología.
 
Lo anterior es abordado de manera amplia en el libro “El Derecho ante la transformación digital. Oportunidades, riesgos y garantías” [6] donde se hace un estudio necesario, panorámico y novedoso sobre los retos que plantea la revolución digital en términos jurídicos e invita a los nuevos investigadores, a salir de los entornos más trillados para explorar terrenos en los cuales la literatura académica es más escasa. Es justo por lo anterior que escribo estás líneas en ejercicio de investigación jurídica desde Europa.    
 
 
  
 
     

[1] OPPENHEIMER, A. (2014) Innovar o morir. Debate Editorial. Madrid, España. p. 25
[2] Disponible en: https://dle.rae.es/innovar (Consulta 18/01/2021)
[3] Este foro es organizado de forma anual por la Cámara de Comercio de Madrid a fin de impulsar la transformación digital de las empresas, a fin de mejorar la eficiencia de las mismas favoreciendo la competitividad de las mismas a nivel global.  Más información en https://www.camaramadrid.es/ (Fecha consulta: 18/01/2021)
[4] PELAEZ ESPINOSA, J. Pensar en la transformación digital desde lo humano. En Revista Estilo Gerencial para empresarios competitivos. Edición No. 64. Bogotá D.C., Colombia p. 29-30.  
[5] 10 tecnologías que cambiarán la abogacía. Disponible en: https://www.abogacia.es/publicaciones/blogs/blog-nuevas-tecnologias/10-tecnologias-que-cambiaran-la-abogacia/ (Fecha consulta: 18/01/2021) 
[6]  PUENTES COCIÑA, B. QUINTIA PASTRANA, A. (2020) El Derecho ante la transformación digital. Oportunidades, riesgos y garantías. Atelier Editorial. Barcelona, España. p. 247

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